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Exclusión financiera, un reflejo de la desigualdad

27/11/2017

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Publicado en diario LA NACION - 26-11-2017
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​Más de la mitad de las mujeres de todo el mundo están desempleadas o no buscan trabajo. Según diferentes investigaciones, la inequidad de género causa una pérdida de ingresos del 15% en los países miembros de la OCDE y casi del 38% en países de Medio Oriente y África del Norte. Las mujeres también ganan, en promedio, un 27% menos que los hombres y son más propensas que ellos a trabajar por cuenta propia o en trabajos precarios, particularmente en los países en desarrollo. Tristemente, la lista de desigualdades podría seguir.

No es novedad el amplio número de dificultades que enfrenta la mujer en comparación al hombre en diversos ámbitos de su vida personal y profesional. Aquí nos referiremos a uno de ellos, el los mercados financieros. Sucede que, a pesar de ser el 50% de la población mundial, las mujeres todavía están por detrás de los hombres en el uso de productos y servicios financieros.

Los datos del Banco Mundial para 2011 muestran que, en todo el mundo, sólo el 47% de las mujeres tenía una cuenta bancaria en una institución financiera formal, mientras que entre los hombres ese índice era del 54%. En su último relevamiento, correspondiente a 2014, el 58% de las mujeres y el 65% de los hombres tenían cuentas. Esto implica que si bien hubo avances significativos en la inclusión financiera para ambos grupos, existe una brecha de género persistente que se mantuvo en el 7%. 

Esa distancia es aún mayor en los países en desarrollo (economías de bajos y medianos ingresos). Allí, la diferencia entre hombres y mujeres con una cuenta bancaria en 2011 era del 9% (37% y 46%, respectivamente). Tres años después, la brecha era aún del 9%, con un 50% y un 59% de personas con cuentas según se tratara de mujeres o varones. Por lo tanto, el progreso en la inclusión financiera parece no ser capaz de sortear esta diferencia. Y millones de mujeres se encuentran aún relegadas en este aspecto.


Los causantes de la exclusión financiera en las mujeres son diversos, multicausales y deben ser tratados por las políticas públicas de manera holística. Por ejemplo, estudios realizado por AFI y Women's World Banking citaron la falta de conocimiento y alfabetización financiera como una restricción clave para que las mujeres accedan y usen servicios. Encuestas realizadas por la OCDE acreditan que, en muchos países, las mujeres demuestran efectivamente menos conocimientos financieros que los hombres, y tienen menor confianza en sus saberes y habilidades para administrar el dinero.

El desafío de mejorar la capacidad financiera de las mujeres se ve agravado por el hecho de que dos tercios de las personas analfabetas en el mundo son mujeres. Las instituciones financieras hablan un lenguaje de por sí complicado, que hace aún más difícil para las mujeres acceder a productos y servicios acordes con sus necesidades. Pero este enfoque desde la "demanda" es sólo una cara del problema, muchas desigualdades estructurales y normativas profundizan la inequidad de género en las finanzas.

Por ejemplo, es sabido que los bancos son reacios a otorgar servicios (principalmente financiamiento) a clientes sin garantías tradicionales. A nivel global, sólo una pequeña fracción de la tierra está en manos de mujeres, haciendo que éstas enfrenten crecientes dificultades para proporcionar garantías. Consecuentemente, la expansión de la co-titulación y la titulación individual para la mujer es un tema de importancia crítica, aunque muchas veces relegado del debate. Debe sumarse también que, según las investigaciones, las mujeres tienen menos probabilidades que los hombres de tener una identificación formal, requisito mínimo requerido para abrir cuentas en entidades financieras formales.

De cara al futuro, un dato de interés es una limitada propiedad de teléfonos móviles y tarjetas SIM. Sólo 1200 millones de mujeres en economías de bajos y medianos ingresos poseen teléfonos móviles, de un total de 2900 millones de propietarios de teléfonos. Sin duda, este factor tendrá su corolario en la exclusión financiera de las mujeres, especialmente porque la mayoría de las instituciones han comenzado a ofrecer sus productos a través de canales bancarios digitales.

Varias medidas de política pública pueden fomentar la inclusión financiera de las mujeres. Por ejemplo, la recopilación e investigación de datos discriminados por género y un mayor enfoque con objetivos explícitos y metas cuantitativas; reformas a los marcos legales y regulatorios; regulaciones de protección al consumidor financiero más refinadas y fortalecidas, que aborde las preocupaciones y los problemas de las clientas; programas de educación y alfabetización financiera específicos para mujeres; legislación y regulaciones que aborden las normas sociales que restringen la inclusión financiera de las mujeres.

Existe un amplio consenso en que la inclusión financiera de la mujer no es sólo benéfica para estas, sino que conduce a efectos positivos significativos en términos de crecimiento económico, igualdad y bienestar social. Tanto es así que organismos como el Banco Mundial y la OCDE han enfatizado una mayor inclusión financiera para las mujeres, como algo prioritario.

Por ejemplo, las mujeres pueden tardar más en adoptar servicios financieros, pero estudios diversos han demostrado que realizan transacciones con mayor frecuencia y que son más ahorradoras que los hombres. Sosteniendo la última hipótesis, los datos reflejan que, en países en desarrollo, la brecha de género en ahorros formales (cuenta en una institución financiera donde el cliente tiene la intención de ahorrar) es menor que la brecha de género en la propiedad general de la cuenta.

Brindar acceso a instrumentos formales de ahorro les permitiría a las mujeres aumentar su consumo, lo que a su vez beneficiaría a sus familias e incrementaría la inversión productiva del hogar. Las investigaciones demuestran que es más probable que las finanzas controladas por las mujeres se gasten en necesidades tales como alimentos para el hogar o el bienestar de los niños, incluidas las matrículas escolares y la atención de la salud.

En conclusión, a pesar del progreso general en la inclusión financiera a nivel mundial, las mujeres siguen estando desproporcionadamente excluidas del sistema formal. Un crecimiento sostenible tendiente a un desarrollo económico más justo y equitativo requiere indefectiblemente un sector financiero más inclusivo que responda a las necesidades de hombres y mujeres por igual. Las finanzas deben dar respuesta a esta problemática.

Ignacio E. Carballo

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El desafío FinTech para las Microfinanzas

21/11/2017

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Publicado en revista FinTech en Español - 21-11-2017
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​Las FinTech´s (contracción de 'Finanzas' y 'Tecnología'), son una afamada rama dentro de la innovación que propone oportunidades y desafíos a la oferta, demanda y regulación de los servicios financieros. Sin embargo, términos como FinTech (o BigTech, RegTech, entre otros) son conceptos oriundos del marketing y carecen de contenido preciso o estandarizado.
 
Por ejemplo, el Foro Económico Mundial utilizó una descripción funcional de FinTech al decir que: “FinTech se ha convertido en un término de uso frecuente, que se refiere a las empresas que proporcionan o facilitan servicios financieros mediante el uso de la tecnología. En su forma actual, las FinTech´s están marcadas por compañías de tecnología que desintermedian las instituciones financieras formales y proporcionan productos y servicios directos a los usuarios finales, a menudo a través de canales en línea y móviles”.
 
Empero, el término también se utiliza para referirse a la tecnología actual, por ejemplo las nuevas herramientas y sistemas que apoyan los servicios financieros con enfoques innovadores en las entidades vigentes. En esta línea, la Alianza para la Inclusión Financiera (AFI), ha adoptado una definición de trabajo un tanto disímil definiendo a las FinTech de manera más integral como: "El uso de nuevas tecnologías para hacer que los servicios financieros sean más eficientes, convenientes y asequibles".
 
Por lo dicho, aunque es naturalmente difícil diseñar categorías en un fenómeno tan cambiante y aún en plena gestación y debate, dentro de las grandes tendencias del mundo FinTech que se esgrimen como disruptivas para las finanzas podríamos diferenciar cuatro grandes grupos o corrientes (no taxativas):
 
—  Análisis Big Data: es la ciencia de examinar la “big-data” para descubrir patrones ocultos, tendencias del mercado, preferencias de los clientes y otra información útil. Incluye algoritmos de inteligencia artificial. Una de las aplicaciones clave de inclusión financiera de big-data analytics, es en relación con el scoring crediticio.
 
—  Identificación Biométrica: la identificación biométrica dispensa pruebas documentales de identidad mediante el uso de rasgos corporales y personales como huellas dactilares, análisis de voz, patrones de iris, concordancia de venas, análisis de la marcha, etc. para identificar a una persona. Es particularmente prometedora para una protección al consumidor de vanguardia.
 
—  Dinero Móvil: se refiere a servicios en los que el teléfono móvil se utiliza para acceder a servicios financieros. Incluye banca móvil y transferencias y pagos móviles.
 
—  Mondas Digitales o Virtuales: un tipo de dinero digital no regulado, que es emitido y generalmente controlado por sus desarrolladores, y utilizado y aceptado entre los miembros de una comunidad virtual específica.
 
Por su parte, las Microfinanzas han ido abordando múltiples definiciones a lo largo de su historia. Tanto aquella que las describe como “servicios financieros para agentes excluidos del sistema formal, en situación de pobreza o sin colateral” como otras más simplistas que hacen hincapié en sus características específicas, destacando los créditos de bajo monto o los depósitos pequeños.
 
Sucede que estas definiciones son correctas y describen la vorágine microfinanciera, pero adolecen de faltantes. Una definición más contemplativa, y por ende más certera, es aquella que define a las microfinanzas como: “Una innovación metodológica en la forma de ofrecer servicios financieros a clientes excluidos de la banca tradicional cuya característica principal es la creación de activos no tangibles”.
 
Esta definición, amplia en el sentido de su integralidad, es particularmente ventajosa dado el gran número de servicios, productos, metodologías o modos de ejecutar las microfinanzas que se han desarrollado alrededor del mundo. Una definición limitada podría excluir una serie de servicios que no corresponden a la banca tradicional y también dejar afuera a aquellos servicios o tecnologías financieras futuras como las que prometen las FinTech´s.
 
El eje común en todos los esquemas microfinancieros se encuentra en superar las barreras que el sistema financiero tradicional no puede sortear. Allí, donde la información asimétrica, la falta de colateral, el racionamiento del crédito y tantas otras vicisitudes son la regla, las microfinanzas esgrimen una metodología diferencial. Por ejemplo, yendo a buscar a sus clientes, ofreciendo esquemas flexibles, analizando el flujo de ingresos del hogar y no sólo del negocio (incorporando aquí plenamente el concepto de fungibilidad), creando garantías solidarias o grupales, entre otros posibles ejemplos.
 
No obstante, la mayor innovación en las microfinanzas consiste en trabajar sobre los incentivos. En este sentido, las microfinanzas funcionan creando un activo no tangible que se sostiene en base a la promesa de servicios futuros. Es la relación personal de confianza o cercanía creada con el cliente la que funciona como móvil central para reducir la incertidumbre y el riesgo creando incentivos claves al comportamiento del cliente.
 
Este nuevo activo que es la relación de confianza, hace las veces de un colateral psicológico que el sistema financiero tradicional pareciera haber olvidado o bien relegado únicamente a un puñado de clientes selectos (los “más importantes” de su cartera). Es dicho componente social que poseen las microfinanzas con sus clientes, inherente de cercanía y confianza, aquel que podría verse afectado frente a la impersonalidad que implican los nuevos sistemas de scoring con base a inteligencia artificial, el mobile-banking, el big-data, etc.
 
A medida que las instituciones microfinancieras introducen herramientas digitales o FinTech´s como nuevos canales de recopilación de información y comunicación para interactuar con sus clientes o brindar servicios, las relaciones cara a cara entre los clientes y la institución de microfinanzas (lo que ha sido su principal innovación) entra en riesgo.

​Por ejemplo, el contacto personal en microfinanzas ha ayudado tradicionalmente a determinar la capacidad de pago, pero a medida que surgen nuevas herramientas digitales y nuevas formas de determinar esta capacidad, algunas instituciones lo han relegado. Las posibles pérdidas, particularmente para aquellos grupos con menos acceso al mundo digital, pueden ser muy importantes.
 
En medio de la revolución FinTech, la pregunta entonces es: ¿Hasta qué punto y de qué manera pueden las instituciones de microfinanzas pasar a ser digitales sin perder las relaciones que han construido con sus clientes?
 
Está claro que la digitalización de las microfinanzas presenta tantas ventajas y oportunidades como desafíos. Sería prematuro concluir que la digitalización desintegra las relaciones y la confianza construida entre las microfinanzas y sus clientes. Para ello, sería necesario realizar una serie de experimentos con el fin de determinar si el uso de herramientas digitales y la prestación de servicios financieros a través de estos canales conducen efectivamente a la desintegración de las relaciones entre las instituciones y sus clientes.
 
Lo certero es que las microfinanzas deberán considerar las herramientas digitales como complementos en lugar de sustitutos en la adquisición de información y el desarrollo de relaciones. Como dijimos, la confianza y la información son de importancia crítica cuando las instituciones de microfinanzas otorgan servicios a personas en la base de la pirámide. Por lo tanto, el nexo entre la digitalización, la confianza y las relaciones es motivo de preocupación y un área vacante para futuros estudios.

Ignacio E. Carballo

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Gender inequality and financial inclusion

17/11/2017

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Publicado en Latin American and Caribbean Economic Association - 17-11-2017
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Over half of women around the world are unemployed or not looking for a job. According to researchers, gender inequality causes a 15% loss of income in OECD member countries and almost 38% in the Middle East and North Africa. Women also earn on average 27% less than men and are more likely to be self-employed or in precarious jobs, particularly in developing countries. Sadly, the list of gender inequalities could continue.

It is nothing new the large number of difficulties faced by women compared to men in various areas of their personal and professional lives. Here we will discuss one of them, that inherent to the financial markets. Despite being 50% of the world's population, women still lag behind men in access to and use of financial products and services.

World Bank data for 2011 show that globally only 47% of women had a bank account with a formal financial institution compared to 54% of men. In its last survey carried out in 2014, 58% of women and 65% of men had accounts. That is, while there has been significant progress in financial inclusion for men and women, there is a persistent gender gap that remained at 7%.

This gap is even greater in developing countries (low and middle-income economies). There, the difference between men and women with a bank account in 2011 was 9% (37% of women compared to 46% of men). Three years later the gap was still 9%, with 50% of women compared to 59% of men. Progress in financial inclusion does not seem to be able to overcome this gap and millions of women are still excluded from the benefits of greater financial inclusion.

The causes of financial exclusion in women are diverse. For example, studies carried out by AFI and Women's World Banking reported lack of financial literacy and knowledge as a key constraint on women's access to and use of financial services. OECD surveys show that, in many countries, women in fact demonstrate less financial literacy than men and also have less confidence in their financial knowledge and skills.

The challenge of improving women's financial capability is reinforced by the fact that two thirds of the world's illiterate people are women. Financial institutions speak an already complicated language that makes it even more difficult for women to access financial products and services according to their needs. But this "demand" approach is only one side of the problem, many other structural and normative inequalities deepen gender exclusion in finance.

For instance, it is well known that banks may be reluctant to provide services (mainly financing) to customers without traditional collateral. Globally, only a small fraction of the land is owned by women, making it increasingly difficult for them to provide collateral. Thus, the expansion of co-titling and individual titling for women is a critical but often not discussed issue in gender debate.

In addition, there is a particular lack of formal identification in women, which is greater than in men. That is, according to research, women are less likely than men to have a formal identification, a minimum requirement for opening accounts in formal financial institutions.

Looking ahead, the limited ownership of mobile phones and SIM cards should be highlighted. Of 2.9 billion mobile-owners in low and middle income economies, only 1.2 billion are women. This will certainly have its consequences in the financial exclusion of women, especially since most financial institutions have begun to offer their products through digital banking channels.

Several public policies may promote women financial inclusion. For example, the collection and research of gender-disaggregated data; a greater focus on explicit policy objectives and quantitative targets; reforms of legal and regulatory frameworks; more refined and strengthened financial consumer protection regulation that addresses women concerns and issues; women-specific financial literacy and education programs; legislation and regulations that address social norms that restrict women's financial inclusion.

There is a broad consensus that women's financial inclusion is not only beneficial for them, but leads to significant benefits in terms of economic growth, equality and social welfare. Thus, agencies such as the World Bank and OECD have emphasized greater financial inclusion for women as a priority.  

For example, women may take longer to adopt financial services, but various studies have shown that they do transactions more frequently and save more than men. In line with the latest hypothesis, the data reflect that in developing countries the gender gap in formal savings (account in a financial institution where the client intends to save) is smaller than the gender gap in overall account ownership.

In addition, providing access to formal savings instruments would enable women to increase their consumption, which in turn would benefit their families and increase productive household investment. Research also shows that female-controlled finances are more likely to be spent on needs such as food for the home or the well-being of children, including school fees and health care.

​Despite overall progress in global financial inclusion, women remain disproportionately excluded from the formal financial system. Sustainable growth that promotes more fair and equitable economic development will invariably require a more inclusive financial sector that meets the needs of men and women alike. Finance must give an answer to this problem.

Ignacio E. Carballo

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La inclusión financiera llegó al Congreso de la Nación

16/11/2017

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Publicado en portal Noticias Positivas - 16-11-2017
En la batería de reformas económicas impulsadas por el Poder Ejecutivo, esta semana se presentó, votó y dictaminó en comisión de Diputados el nuevo proyecto de ley de mercado de capitales, ahora llamado de “Financiamiento Productivo”. La norma que el Gobierno había presentado en el Congreso en noviembre del año pasado sin demasiado éxito incorpora algunos cambios en beneficios para los productos destinados al financiamiento de pequeñas y medianas empresas (Pymes), materia de seguros de vida o de retiro y sobre el mercado secundario de hipotecas.

En el debate, algunos diputados anticiparon que presentarán agregados o modificaciones al proyecto que deberá ser tratado el próximo miércoles. Específicamente, Diego Bossio presentó un dictamen en disidencia, mientras que otros representantes del Frente Para la Victoria sumados a Carlos Heller y Marco Lavagna plantearon un dictamen en minoría.


Fue este último quien trajo el tema de la Inclusión Financiera al recinto al mencionar sus modificaciones y aditamentos al proyecto: “
…sé que hay algunos avances que se han hecho en Inclusión Financiera, lo que creo nos falta es una hoja de ruta clara que sea una política de Estado. Por eso, lo que estamos pidiendo al Poder Ejecutivo, es que presente en un lapso de noventa días un programa y que el Congreso de la Nación lo pueda adoptar, lo pueda votar, y que sea justamente una política de Estado sobre cómo hacemos para llegar con el sistema financiero a los que hoy más lo necesitan”.

Sucede que el pasado lunes 13, mediante expediente 6015-D-2017, el mismo equipó presentó un proyecto de Ley en el que se instruye al Poder Ejecutivo a desarrollar una Estrategia Nacional de Inclusión Financiera (ENIF). Se entiende entonces que dicho articulado será incluido en la propuesta a realizar en la Ley de Financiamiento Productivo.


El proyecto presentado (véase 
aquí) detalla los contenidos generales y específicos que debe tener la ENIF. Se propone que se diseñe e implemente una Estrategia con metas, plazos y objetivos detallados. Esta deberá contar con lineamientos mínimos de diagnóstico y evaluación que “marquen el norte” en inclusión financiera al cuál se quiere llegar, pero también permitan saber cómo vamos transitando ese camino.

Además, exige fomentar de manera explícita dimensiones específicas y fundamentales para una inclusión financiera responsable, tales como diseñar esquemas de defensa al consumidor, educación financiera en escuelas secundarias e incluir la perspectiva de género en sus indicadores, métricas y objetivos.  


Más importante aún, se determina que el Poder Ejecutivo debe presentar su estrategia ante el Congreso para su aprobación. Esto es, si bien es facultad del Ejecutivo su elaboración y diseño, su importancia hace que esta deba ser una política de Estado.


Una política de inclusión financiera cuyos requisitos mínimos estén contemplados por Ley y avalados por el Congreso Nacional dotaría al tópico de relevancia y compromiso de Estado. El debate está entonces sobre la mesa legislativa, lo cual es un gran paso. Restará ver qué definición toman nuestros representantes.

Ignacio E. Carballo

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El futuro de la inclusión financiera se debatió en Buenos Aires, en el Foromic

8/11/2017

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Publicado en portal Noticias Positivas - 07-11-2017
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Semanas atrás, se desarrolló en Buenos Aires el encuentro más trascendente de inclusión financiera, microfinanzas y emprendedurismo de América Latina y el Caribe. Celebrando el 20º. aniversario de esta cita anual conocida como Foro Interamericano de la Microempresa (Foromic), en esta oportunidad más de 1300 instituciones y expertos locales, regionales e internacionales se encontraron para trabajar y debatir conjuntamente sobre el futuro de la inclusión financiera de nuestra región.

Tras 18 años de no ser realizado en la Argentina (la última vez fue un año después de haber sido creado el evento), se le brindó una dimensión inédita con la participación de funcionarios clave del gobierno local, quienes antes no necesariamente se vinculaban con estas temáticas. El mismo presidente Mauricio Macri participó en la ceremonia de apertura del Foro, organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Fondo Multilateral de Inversiones (Fomin).

En otras instancias del encuentro, estuvieron, entre otros, Luis Caputo, ministro de Finanzas; Lucas Llach, vicepresidente del BCRA, y, por supuesto, referentes de la banca pública como Javier González Fraga (Banco Nación), Juan Curuchet (Banco Provincia) y Javier Ortiz Batalla (Banco Ciudad). Quizá la ausencia más sorpresiva no fue la de un funcionario, sino la de la reina Máxima, gran responsable de que varios de los participantes citados anteriormente se hayan involucrado en estos tópicos, tras su visita en octubre de 2016.

El primer día tuvo un tinte local, y tanto el Banco Provincia como el Nación redoblaron sus apuestas de cara al futuro de la inclusión financiera del país. “Así como en 2017 nos asociaron con créditos hipotecarios, en 2018 nos asociarán con microcréditos”, vaticinó Gonzalez Fraga cuando explicaba con más detalle el modelo de banca inclusiva que anhela. Curuchet, con mayor trayectoria en este segmento de la población en el conurbano bonaerense, hizo hincapié en la enorme demanda que todavía persiste insatisfecha y contó cómo estaban adaptando procesos internos para alcanzarla: “Tenemos que pasar de la metodología de la calle, a la de la informática y la inteligencia comercial, para hacer el negocio eficiente y escalable”.

Sin lugar a dudas, el protagonismo lo tuvo la disrupción tecnológica en el sistema financiero y el rol de las FinTech’s en la inclusión financiera. Llach dejó clara su postura, una vez más, y sostuvo que la Argentina debe aprovechar la poca madurez de su sistema financiero para ir hacia un modelo de digitalización financiera, comparable al que han transitado países africanos como Kenia, pero destacando otros casos como China e India. Igualmente, afirmó que dada la gran demanda en el país existe lugar para todos (tanto para bancos como para FinTech’s) y llamó a integrar los servicios financieros formales con la tecnología financiera.

Respecto a los lineamientos regionales, en torno a la implicancia de las FinTech’s para el sistema financiero tradicional y la banca, las plenarias afirmaron que todavía hay mucho por mejorar. La disrupción digital deberá realizarse desde adentro, comprometiendo altos mandos con una mirada distinta de las finanzas que apunten a crear una cultura organizacional afín a la inclusión. Se remarcó que es necesario desarrollar habilidades en digitalización financiera en las instituciones y, principalmente, contar con miradas diversas y alternativas a las tradicionales en temas de riesgos para entender mejor a los clientes hasta ahora excluidos.

En esta revolución digital, las instituciones microfinancieras ofrecerían una importante oportunidad para fomentar la inclusión financiera. Aprovechando la huella digital y promoviendo la eficiencia en términos de costos, las FinTech’s serán un complemento y no competencia para este segmento. Los actores microfinancieros que se han caracterizado por brindar agilidad y cercanía en su servicio con la tecnología deberán eliminar burocracias para mejorar su servicio manteniendo la cercanía que las diferencia. El futuro del sector proyecta entonces el uso de datos y la inteligencia artificial para obtener información del cliente y conocer mejor su comportamiento ofreciendo acompañamiento a medida.

También se planteó la necesidad regional de contar con un marco regulatorio que promueva precios eficientes para lograr así una distribución eficiente. Además, se mencionó la relevancia de contar con una estrategia digital en los distintos países, de mejorar el manejo del riesgo y la protección al consumidor en torno a la privacidad de datos así como de conocer al cliente para ofrecer servicios a medida.

La regulación para un sector financiero digital planteó desafíos alineados con un entorno de cambios acelerados. Se mencionó la necesidad de institucionalizar la innovación con leyes sólidas, contemplar los riesgos sosteniendo los principios de inclusión, competencia, integridad y por supuesto la normativa prudencial. Esta regulación deberá ser informada sobre el mercado y sus clientes; dialogada entre los diversos actores; comprehensiva e integral, y fundamentalmente proactiva. Así, el regulador y el innovador deberán aprender juntos en un marco regulatorio de confianza.

​Por último, cabe destacar un aspecto de interés: mientras las plenarias se iban sucediendo y los disertantes se pronunciaban con énfasis, en algunas ponencias pareció haber una cierta confusión que reinaba en el ambiente. Esto es, que la inclusión financiera simplemente se lograría con más créditos, o nuevos y más accesibles mecanismos de pagos o transferencias. Afortunadamente, otras voces que participaron de las jornadas rompieron con esta lógica y afirmaron en distintas instancias que el diferencial (principalmente en un contexto tecnológico cambiante) serán la educación y la capacitación financiera, y no simplemente la oferta de nuevos servicios financieros digitales.

Ignacio E. Carballo - Nicolás Xanthopoulos

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