
La pandemia del Coronavirus Covid-19 ha tenido un fuerte impacto en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Algunos de los cambios, quizás, sean temporarios y otros han llegado para quedarse. También se observa que ante una misma situación, los efectos que ésta produce son completamente diferentes según el país o la región, teniendo un gran peso la historia de la sociedad y las costumbres que están arraigadas en esos lugares.
El uso del efectivo es una de estas últimas situaciones descriptas. Mientras en Europa, se registra un importante descenso en el uso de dinero en efectivo, en nuestro país la dependencia del papel parece ser aún demasiado fuerte. Al respecto dialogamos con Julián Leone, profesor de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas (UBA), y con Ignacio Carballo, miembro del Centro de Estudio de la Estructura Económica (CENES) de la Facultad de Ciencias Económicas (UBA) y director del Ecosistema de Programas Fintech (UCA).
¿Qué situación, exactamente, se presenta en Europa?
Carballo: En el mundo, según un informe del Banco Internacional de Pagos (BPI), esta crisis trajo aparejada la caída de la demanda de dinero, a diferencia de las crisis económicas anteriores donde la gente procuró hacerse de efectivo. La razón es básicamente una cuestión de confinamiento y de temor, no avalado científicamente, al contagio por lo cual no es raro que en España haya bajado un 68% de los retiros de efectivo.
Dicho esto, debemos tener en cuenta de que en Europa, el 94% de la población tiene acceso al sistema financiero, por lo tanto la caída del retiro de efectivo, en términos nominales, no es mucha.
Pero la situación en Argentina es diferente. Se expresó claramente a principios del mes de abril con el pago de las jubilaciones, pero remite a muchas otras situaciones en las cuales el uso del efectivo es predominante.
Leone: La pandemia, en nuestro país, mostró los efectos de la no bancarización que hay en un sector muy grande de la economía donde la asimetría se ve, con claridad, en los mayores adultos. Se espera que algún día estemos al nivel de Europa, hoy estamos muy lejos y se demuestra con la desesperación que hubo por abrir las cajas de los bancos con gente que fue a cobrar algo que debería haberse hecho por transferencia bancaria. Otro, tema claro está es la evasión tributaria.
Es importante saber que tenemos una economía con un 35% de base de informalidad, previa al coronavirus. Cuando termine esta situación, un típico ajuste del mercado es pasar de lo registrado a lo no registrado, lo cual significaría un impulso más grande hacia el efectivo.
Carballo: En el caso de los países de América Latina, la exclusión financiera es muy grande. En cuanto al acceso al sistema financiero, estamos en una proporción de casi 1 de cada 2. Argentina no es ajena a esta situación, y la proporción es la misma de aquellas personas que tienen, saben que tienen y hacen uso de esa cuenta.
Por otra parte, el Informe de Pagos Minoristas que presentó el Banco Central, referido al segundo semestre del año pasado, y los adelantos de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo), demuestran que el 70% de las transacciones en nuestro país se hacen en efectivo, lo cual implica que una caída menor en el porcentaje de los retiros en efectivo, en comparación al caso europeo, nominalmente representa una caída mayor.
Leone: En algún momento, el Gobierno intentó regular la situación. La última reforma impositiva le puso un 5% de impuesto al retiro de gran cantidad de efectivo por parte de las empresas.
¿Qué sucede con el uso de las tarjetas de crédito y los pagos a través de medios digitales?
Leone: En la cuestión del uso de las tarjetas de crédito debería estar la discusión sobre el costo del financiamiento: Somos un país con tasas altas, donde el sistema bancario al financiamiento del consumo ya es de por si más alto, lo cual también atenta contra la bancarización de la economía.
Carballo: Los pagos digitales crecieron a grandes tasas. Ualá colocó, solo en el mes de marzo, 140.000 tarjetas, lo cual representa un poco menos del 10% que tenía colocado en 2 años. Sin embargo, la brecha digital en Argentina es muy grande, y claramente las poblaciones más vulnerables son las que tienen menos acceso. Un estudio del INDEC en 2017, refería que el 70% de los mayores de 65 de años no usaba Internet y casi la mitad, el 44%, tampoco telefonía celular.
Claro está que cuando hablamos de brecha digital debemos saber cómo vamos a categorizar a la población, porque, por ejemplo, según el mismo informe: entre la gente sin instrucción de entre 30 y 64 años, el 79,7% no tiene Internet, porcentaje que aumenta a 95,3% entre los mayores de 65 años.
Por último, las personas menores de 40 años, como tendencia global, son mucho más propensa a aceptar pagos y servicios financieros a través de empresas tecnológicas. Este cuadro se incrementa con los millennials y termina de decantarse con los centennials.
¿Cuál es, según ustedes, el tema central a analizar en el fenómeno del uso del dinero en efectivo?
Leone: El enorme punto a discutir acá tiene que ver con la informalidad laboral. Es imposible bancarizar a un país que tiene más de un tercio de su plana de trabajo en forma no registrada porque, además, es la variante por la cual termina ajustando la recesión económica: En lugar de despedir al trabajador, se lo transforma en un operario no registrado.
Carballo: La cuestión de la inclusión financiera es muy importante. Se trata de un fenómeno multidimensional cuyas variables vienen de tres áreas distintas: la oferta, la demanda, y el marco regulatorio.
En cuanto a la oferta, Argentina, históricamente, ha sido un país unitario y muy poco federalizado. Desde el punto de vista geográfico, en nuestro país es mucho más costosa la instalación de puntos de acceso tradicionales como cajeros automáticos que en Uruguay o Paraguay, pero también hay un tema de regulación: Colombia tiene desde hace años una Ley de Corresponsalías, que es lo que permite abrir una cuenta bancaria, pedir un préstamos, que los comercios funcionen como corresponsales y puedan brindar servicios financieros, mientras que Argentina tiene esta ley desde 2018, aprobada en el marco del G20, pero que aún sus efectos brillan por su ausencia.
Obviamente, desde la aparición de las Fintech este panorama se quiebra totalmente: Argentina tiene un teléfono y medio por habitante.
En cuanto a la demanda, es principalmente la confianza en el sector financiero y la educación financiera, punto en el cual estamos muy atrasados. Que no tengamos educación financiera en las escuelas secundarias. Porque el problema verdadero está ahí, en cómo hacer que la gente use las herramientas financieras disponibles.
Fuimos testigos de cómo los jubilados hicieron largas colas en los bancos en el mes de abril, rompiendo la cuarentena y arriesgando sus vidas. Todos tienen CBU, una caja de ahorro. Entonces, debemos preguntarnos ¿Por qué van a buscar efectivo? ¿Por desconocimiento sobre que tienen una caja de ahorro? ¿Por no saber operar un cajero automático? ¿Porque los pasos son muy complicados? ¿Por desconfianza? ¿Por un poco de todo?
Estoy convencido que el gran problema que enfrentamos y debemos resolver es la educación financiera.