
Semanas atrás, bajo la presidencia de Alemania, el G-20 se ha comprometido con la promoción de la inclusión financiera apostando explícitamente por los canales digitales. No es sorprendente entonces que, de cara a la presidencia argentina de la próxima Cumbre en 2018, eventos locales como el reciente "Dinero Electrónico: las claves para el despegue en la Argentina" congreguen a significativos referentes del Banco Central de la República Argentina, del Ministerio de Modernización, Innovación y Tecnología, de empresas pioneras en pagos electrónicos y de importantes bancos públicos y privados. Sin embargo, más allá del repentino auge local, la relación entre inclusión financiera digital y telefonía móvil a través del dinero electrónico no es algo nuevo para el mundo.
Este matrimonio cobró visibilidad global en la República de Kenia, un país del este africano con 46 millones de habitantes donde los teléfonos celulares permitieron que actualmente sea considerado un pionero a nivel mundial en inclusión financiera. El modelo de banca móvil implementado por la compañía M-Pesa en el año 2007 se transformó rápidamente en un caso de estudio para hacedores de política, académicos y organismos multilaterales de todo el mundo.
El sistema fue lanzado por el operador móvil Safaricom (grupo Vodafone) como un método simple para enviar pequeños pagos entre usuarios. Diez años después cuenta con 30 millones de usuarios en 10 países y una gama de servicios que incluyen transferencias internacionales, préstamos y provisiones de salud. En 2016 procesó alrededor de 6 mil millones de transacciones a una tasa máxima de 529 por segundo. Con la aparición de nuevo actores (por ejemplo M-Shwari, entre otras), en Kenia el uso de los teléfonos móviles para transacciones pasó a ubicarse entre el 60% y 66%. Estos resultados tan alentadores han surgido de un marco regulatorio propicio de apoyo e impulso del sector público, en este caso a través del Banco Nacional de Tanzania, y de alianzas público-privadas.
Al margen del inmenso éxito en su esquema de negocios, más relevante aún son los resultados de estudios recientes realizados por economistas del MIT y publicados en la prestigiosa revista internacional Science. De acuerdo a los mismos, desde 2008 el acceso a los servicios de dinero móvil aumentó diariamente los niveles de consumo per cápita en 194.000 hogares kenianos, sacando así a un 2% de la población del país de la extrema pobreza (menos de $1.25 dólares al día). Para más, los hogares encabezados por mujeres experimentaron incrementos mucho mayores en el consumo que los hogares encabezados por hombres y habrían ayudado a unas 185.000 mujeres a pasar de la agricultura a ocupaciones de negocios.
No obstante, no todo es éxito para la compañía africana. Las innovaciones que M-Pesa introdujo en Kenia y África Oriental no fueron capaces de replicarse con éxito en Sudáfrica, donde M-Pesa cesó sus operaciones el 30 de junio de 2016 tras intentar reproducir la misma matriz. En los últimos años diversas firmas han replicado el modelo de negocios de M-Pesa en América Latina. Más allá de su sólida constitución y relativo éxito local en algunos mercados (como Paraguay, Honduras o El Salvador), ninguno ha escalado de manera similar a la compañía africana.
La hipótesis que surge es sobre la relevancia del contexto, la población y la estructura local. A modo de ejemplo regional podemos mencionar a Bim, la billetera electrónica de Perú que el pasado 16 de febrero cumplió su primer año.
Cuando en enero de 2013 Perú aprueba su normativa sobre dinero electrónico, la Asociación de Bancos del Perú reunió a todos los bancos privados operando en el país (esto es, sus miembros), al principal banco público encargado de los pagos del aparato estatal (Banco de la Nación), a las dos asociaciones de entidades microfinancieras reguladas del país (ASOMIF y FEPCMAC) y a una incipiente empresa emisora de dinero electrónico en proceso de gestación. Tras explorar diversos esquemas en el marco de la nueva normativa, en 2014 lanzaron como proyecto mancomunado de dinero electrónico Modelo Perú.
A través de Modelo Perú, los integrantes cooperaron para crear una plataforma operativa común con el afán de desarrollar un ecosistema de pagos digitales y posteriormente competir por los usuarios finales. Así, en 2015 se crea Pagos Digitales Peruanos S.A, una compañía privada que brinda servicios de operación de billeteras electrónicas a sus miembros cuya propiedad pertenece a más de 30 entidades financieras y emisoras de dinero electrónico. Bim nace gracias al esfuerzo de Pagos Digitales Peruanos S.A.
Constituye una novedosa billetera electrónica de afiliación gratuita con la cual no se requiere cuenta en un banco, cuya plataforma opera en cualquier teléfono móvil (básico o inteligente, prepago) aun cuando estos no tengan saldo. Las billeteras de Bim son administradas centralmente, pero cada usuario al momento de activar su cuenta debe seleccionar que emisor de dinero electrónico lo respaldará. Con ello, cada billetera está asociada a un proveedor (emisor de dinero electrónico) haciendo que el usuario final pueda realizar transacciones con cualquier otro usuario, sin importar la entidad emisora que soporta su Bim. A su vez, es interoperable entre la red de agentes corresponsales de varios intermediarios financieros (para extraer o depositar dinero en Bim) y con tres empresas de telefonía (que contemplan más del 90% del mercado de telefonía móvil).
Además, es de resaltar el apoyo del marco regulatorio. Bim opera como una cuenta transaccional simplificada de bajo monto y gracias a la normativa para este tipo de cuentas, el usuario final solo requiere su documento de identidad y un teléfono para activar su Bim. Si bien la cuenta tiene límites, tras cumplir ciertos requisitos puede convertirse en una cuenta general (sin topes). A un año de su lanzamiento, aunque con aprendizajes y desafíos, Bim sumó 276 mil billeteras.
Esta alianza entre la industria financiera y de telecomunicaciones para lograr al amplio alcance de Bim lo vuelve un caso particular y modelo de innovación en la región. El contexto en el que tiene lugar esta masiva iniciativa y el esfuerzo político por incluir financieramente a la población en Perú se ha traducido en la implementación de una estrategia nacional de inclusión financiera en el año 2015. Entre sus metas se establece que al 2021 el 100% de la población viva en distritos con presencia del sistema financiero; el 75% de adultos tenga una cuenta en alguna entidad financiera; y una multiplicación por 5 de los pagos electrónicos por habitante.
En resumen, los casos de M-Pesa en Kenia y Bim en Perú, así como tantos otros en la región y el mundo, nos dejan importantes lecciones sobre la importancia del contexto y del mercado local. Consecuentemente, sobre la inevitable necesidad de innovar a la talla de cada caso, de generar alianzas estratégicas y de contar con una normativa que acompañe. La inclusión financiera es un sistema donde oferta, demanda y marco regulatorio interactúan con igual relevancia. Contar con una legislación y regulación proactiva, que comprenda las necesidades de entidades y clientes pero a su vez facilite y promueva alianzas y diálogos será fundamental para lograr el objetivo deseado.