
No obstante, más allá del auge reciente en estas geografías, los códigos QR existen hace mucho tiempo. Específicamente se crean en el año 1994 por una firma llamada DENSO WAVE perteneciente a la Grupo Toyota. El objetivo inicial, alcanzado con éxito, fue brindar una tecnología superadora a los tradicionales códigos de barra.
De este modo, mientras un código de barras es unidimensional (una secuencia lineal de números) el código QR cuenta con dos dimensiones (ejes) lo cual le permite no sólo guardar más información sino también recuperarla. Esto es, si en un código de barras se extravía algún número la información almacenada no podrá ser leída, mientras que en los QR, incluso si está un poco dañado, la distribución bidimensional permitirá rescatar la información faltante. Además, al poseer tres cuadros en distintas esquinas (marcadores de posición) puede obtener información direccional (saber cuál es el derecho y cuál es el revés) permitiendo así ser interpretado más velozmente por el lector haciendo justo honor a su nombre (QR: Quick Response)
El auge tardío de los códigos QR se genera por dos motivos. Por un lado, porque la firma DENSO WAVE quien tiene las patentes y derechos habilitó los mismos de manera gratuita. Por otro y más relevante aún, por el boom de la telefonía móvil. Estos dos factores impulsaron a que actualmente, además de almacenar datos y números, sus usos vayan desde textos SMS automáticos, direcciones Web, Mails, ubicaciones en Google Maps, imágenes o videos, hasta el desarrollo de edificios inteligentes, educación mediante realidad aumentada y por supuesto pagos y transferencias monetarias. Hoy en día crear un código QR es muy simple y se puede hacer por web o aplicaciones.
Paralelamente, en un mundo donde 1.700 millones de adultos no tienen acceso a una cuenta bancaria pero dos tercios de estos (1.100 millones) poseen un teléfono celular, la revolución en los pagos móviles parece servir además al desarrollo de la inclusión financiera. En China, por ejemplo, entre el 30% y el 40% de los pagos ya son por el celular, creando un segmento que moviliza aproximadamente unos $5.000 millones de dólares con pujantes compañías como WeChat Pay (que tiene 1.000 millones de usuarios) y Alipay, del grupo Alibabá.
En nuestro país, donde casi el 80% de las transacciones aún se realizan en efectivo, más del 70% de los comercios todavía no aceptan tarjetas de crédito o débito, donde hay solamente 1.000 Posnet por cada 100.000 habitantes (Brasil 3.500, Estados Unidos 4.300) y donde sólo el 49% de la población está bancarizada, ocho de cada diez argentinos tiene un teléfono móvil, hay casi un celular y medio por persona (133 suscriptores por cada cien habitantes según el Ente Nacional de Comunicaciones) y la propensión a adoptar nuevas tecnologías es particularmente alta. Efectivamente, la potencialidad de incluir financieramente mediante el teléfono móvil es inmensa.
El rápido surgimiento de un pujante ecosistema de billeteras virtuales brinda alguna prueba de ello pues, desde su nacimiento oficial en junio de 2016 (Comunicación "A-5982" del Banco Central) a la fecha, se crearon numerosas iniciativas como Vale PEI, Todo Pago, SOS Movil, Yacare, Pim, Mercado Pago, Billetera Rapipago, Ualá, Rappi Pay, algunas específicas de los bancos, y probablemente muchas otras que exceden este listado. Un fenómeno similar se observa desde la implementación de los Códigos QR el año pasado. Sólo Mercado Libre anunció ya haber contabilizado más de 260.000 usuarios activos y registrado operaciones por $3 millones en 2018. Para más, el Banco Central impuso por normativa (octubre 2018) que a partir del 2020 todo comercio que acepte pagos con QR no estará obligado a aceptar tarjetas, pues serán medios de pagos equivalentes.
Como queda claro, el ecosistema de los pagos digitales va creciendo a pasos agigantados en el mundo y nuestro país no es la excepción. Los Códigos QR, junto con otras iniciativas como las tarjetas prepagas o distintos servicios financieros para no bancarizados, van marcando la agenda de una inclusión financiera cada vez más digital. Estudiar y analizar el devenir de esta revolución en los pagos electrónicos será fundamental para comprender sus impactos en el entramado socioproductivo y, principalmente, en los sectores más desfavorecidos.