
Una de las principales alarmas que enciende el informe es que el enunciado de que la “Inclusión Financiera Digital” es uno de los grandes logros de Argentina en los últimos años (y de los pocos aspectos positivos de la Covid-19, más recientemente), no se corresponden con la realidad de los barrios.
De las personas entrevistadas, sólo la mitad (55,8 por ciento) reporta tener una cuenta bancaria y hay casi un 20 por ciento extra que aunque tiene, no lo sabe. Aunque 8 de 10 tienen un smartphone, todavía falta trabajar en el acceso a datos (+50 por ciento va cargando al paso y no llega a todo el mes y solo 23 por ciento tiene plan mensual). Además, sólo 1 de 3 tiene internet en vivienda o comercio.
El acceso a infraestructura adecuada es una de las principales barreras a la hora de pensar en las finanzas digitales. La presencia de fintech es ínfima, sólo 5,7 por ciento (menos de 1 de cada 10) dice tener únicamente billetera y un 17 por ciento (menos de 2 de cada 10) si unificamos cuentas fintech con bancarias. Consecuentemente, tarjetas prepagas y crédito son ínfimas, sólo débito (cuenta bancaria) tiene alguna penetración. El principal proveedor de cuentas en barrios populares es el Estado (un 60 por ciento recibe una transferencia del Estado, la mitad en una institución financiera, y para más de la mitad fue la primera cuenta que abrió en su vida).
Esto es un llamado a la acción inmediata al nuevo sector fintech y de banca digital. Pues la inclusión financiera digital tiene 2 caras: consumidor y comercio. La estrategia para cada uno es diferente, pero en estos datos (muy preliminares) encontramos unos patrones comunes: falta de conocimiento, información e infraestructura.
Las finanzas dejan de tener sentido si son pensadas en sí mismas y no como medios para un fin. La vivienda, su construcción y mejora progresiva tiene un lugar central en la vida de las personas que viven en barrios populares. Así, se presenta la oportunidad de acercar nuevos productos y servicios financieros a las personas, con foco en la vivienda, a la vez de generar más y mejor inclusión financiera. Se trata de uno de los pilares para combatir el déficit habitacional, sin perder de vista la generación de suelo urbano y accesible.
Encontramos que más de la mitad de las personas realizaron al menos una mejora en su vivienda durante el último año. Este número asciende a más del 80 por ciento si se consideran aquellas personas que quisieron realizar alguna mejora, pero no lo hicieron por falta de dinero o financiamiento. El ahorro, como principal medio de financiamiento, fue a través de dinero en efectivo y la compra de materiales para la construcción dejando entrever la falta de acceso y uso de productos que resguarden y potencien su valor para un fin bien concreto. Por otra parte, el crédito carece de protagonismo, siendo un 16,6 por ciento las personas que mejoraron su vivienda a partir de este medio, siendo la principal fuente la de familiares o amistades.
Las instituciones financieras apalancadas por el fenómeno de la digitalización hoy tienen el gran desafío de dar respuestas concretas en materia de inclusión de las personas. Esto implica que no sólo cuentan con una gran oportunidad, sino también con la responsabilidad sobre su bienestar.